Historia

MIKE SCHLEGEL, DE OVIEDO AL ESTRELLATO

El 1 de abril de este año se cumplieron cinco años desde que nos dejó Mike Schlegel, uno de los grandes americanos de esa radiante franja temporal para el baloncesto español, que abarca la segunda mitad de la década de los 80 y la primera de los 90. La historia de su brillante paso por España comenzó en la temporada 1986/87 en Oviedo.

A finales de febrero de 1987 el Tradehi Oviedo transita por una convulsa Primera B en la que al final no habrá playoffs de permanencia. Habiendo ya realizado el relevo del irascible Stan Mayhew por el no menos polémico Sly Williams, los dirigentes del desaparecido club ovetense aprovecharon una lesión de éste último para librarse de semejante foco de problemas.

 

El elegido para reconducir la situación de los ovetenses fue Mike Schlegel que llegaba en pleno frío invernal a la capital del Principado con el aval de haber ganado la liga argentina con Ferrocarril Oeste la anterior temporada, en la que también había tenido un primer acercamiento al basket europeo al haber militado en el Lugano suizo.

 

Mike Schlegel vino al mundo un 10 de julio de 1963 en Bay Shore, New York. Hijo de un obrero de la construcción, destacó en su época de instituto como jugador de fútbol americano en la posición más importante que es la de quarterback.

 

No era un chico muy comunicativo pero era todo un currante, un jugador muy cerebral y un líder en el campo de juego y eso fue uno de los factores para que Tubby Smith, asistente de la universidad de Virginia Commonwealth se fijara en él.

 

Tras haber convencido de su incorporación al entrenador jefe JD Barnett, Schlegel pese a no ser muy alto ocupó el puesto de center, portando el dorsal 43,  a su llegada a los Rams en la temporada 1981-82. Pero esa escasez de estatura la compensaba con dureza e inteligencia, colaborando de forma decisiva a la construcción de una escuadra realmente potente en la Sun Belt Conference al lado de jugadores como Calvin Duncan o Rolando Lamb.

 

 

Nuestro hombre fue pieza clave en esos exitosos resultados acumulando un total de 1.173 puntos y 743 rebotes en sus cuatro temporadas con VCU con tres presencias consecutivas en el Torneo Final de la NCAA. De tal forma, fue elegido en la quinta ronda del draft de 1985 por los Knicks de New York, su estado natal, aunque no conseguiría llegar a la NBA.

 

En Oviedo el bueno de Mike se encontraría con una figura clave en su carrera. Javier Casero era por entonces un joven entrenador madrileño que había tomado las riendas del equipo en diciembre relevando a Juan Llaneza. Rápidamente se produjo una conexión especial entre ambos y tras finalizar la temporada sin playoff de permanencia por un conflicto entre clubes y FEB, los caminos de ambos se dirigieron a Ferrol.

 

La siguiente temporada el Clesa Ferrol ambicionaba recuperar la categoría ACB y aprovechar la “barra libre” que suponía los ocho ascensos (sí, han leído bien, ¡OCHO!…) que había esa campaña a la ACB.

 

Los ferrolanos eran uno de los grandes favoritos con gente de la talla de Manolo Aller, Mico Saldaña, Miguel Juane, Ricardo Aldrey o el espectacular centroafricano Anicet Lavodrama, y  Schlegel complementaba a la perfección su juego interior.

 

Adaptó su juego a la posición de “4” asumiendo mucha responsabilidad ofensiva hasta el punto de terminar segundo máximo anotador de la fase regular con más de 33 puntos de promedio, solamente detrás del inigualable Derrick Gervin que superaba los 47…

 

Pronto se ganó el cariño de la afición de La Malata. El Clesa confirmó los pronósticos y terminó siendo uno de los ocho clubes que lograban el salto a la máxima categoría y precisamente derrotó en el playoff al Tradehi Oviedo en lo que sería el reencuentro de Mike con la afición carbayona.

 

Tan bueno fue su rendimiento con la escuadra ferrolana que fue renovado para el regreso a la ACB del OAR en la temporada 1988-89, en lo que sería el primer ejercicio de una larga etapa en la mejor liga de Europa que llevaría al neoyorquino a pasar por Villalba, León, Valladolid y Estudiantes, con una incursión en el basket galo de la mano del Pau-Orthez antes de llegar al club de Magariños.

 

En todos los equipos en los que actuó destacó por su compromiso y actitud, además de ser un jugador muy completo con buena mano, dureza en defensa y capacidad reboteadora, pero sobre todo dejó una huella imborrable por su calidad humana.

 

(Por Francisco Gayo/Foto: VCU Ram Report)

 

Nota: Artículo aparecido en el número 2 de la Revista MVP (noviembre de 2014).

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