CUANDO EL BOSNA REINÓ EN EUROPA
Nuestro especialista en basket retro, Julio Gutiérrez, nos relata la historia de una cenicienta que tocó el cielo europeo: el Bosna Sarajevo de Mirza Delibasic, que junto a otros nombres mágicos le dieron al basket yugoslavo un título legendario.
Sarajevo es una población de la antigua Yugoslavia que ha tenido un importante peso a lo largo de la historia en cuanto a hechos relevantes se refiere. Como se recordará, el atentado sufrido en 1914 por el archiduque Francisco Fernando y su esposa derivó en la génesis de la Primera Guerra Mundial. Y, mucho más reciente en el tiempo, la lucha fratricida que, una vez producida la desintegración de la extinta Yugoslavia, convirtió a Sarajevo en la capital de Bosnia-Herzegovina, estallando una serie de fuertes hostilidades entre diferentes nacionalidades que poblaban el nuevo país y que derivaron en una cruenta guerra que duró tres años y que destruyó la histórica ciudad prácticamente en su totalidad. Nosotros, sin embargo, preferimos dejar esos inhumanos y lamentables sucesos al margen (sin poder olvidarlos nunca, claro, dada su extrema crudeza) y centrarnos en la relevancia que tuvo Sarajevo en el ámbito deportivo y que convirtió a la ciudad en el centro del basket europeo a finales de los años 70.
El Bosna, denominación que perdura a día de hoy, fue fundado como club de baloncesto en 1951. Su gran mérito fue conseguir varios títulos cuando Yugoslavia era un país sin disgregar. En concreto, 3 ligas (1978, 1980 y 1983) y dos copas yugolsvas (1978 y 1984). Competir en esos momentos con equipos serbios o croatas (Estrella Roja, Partizan o Cibona) era prácticamente una quimera, pero el Bosna lo logró. El gran colofón se produjo en 1979 con la consecución de la antigua Copa de Europa, hoy denominada Euroliga.
Como seguramente recordarán los aficionados más veteranos, hasta la implantación del formato Final Four en 1988, la Copa de Europa de baloncesto se disputaba inicialmente mediante una serie de grupos, conformados por 3 o 4 equipos. Los campeones de cada grupo pasaban a formar una liguilla de 6 equipos que jugaban todos contra todos, clasificándose los dos primeros para la gran final.
En aquella temporada 1978-79, la liguilla estuvo formada por el Juventud de Badalona (como campeón de liga la temporada anterior), el Real Madrid (tras ganar al Varese la Copa de Europa del 78), el Maccabi Tel Aviv, el Olympiacos, el Emerson Varese y el Bosna. No había participación de equipos rusos (el TSSKA, con t y doble s era el representante habitual). Diez partidos para cada equipo, donde cada victoria era de oro, dada la igualdad reinante. El equipo yugoslavo parecía una de las víctimas propiciatorias, junto con los griegos (el baloncesto heleno en esa época no tenía la supremacía que demostraría una década después), dada su falta de experiencia en la máxima competición continental, pero no fue así.
El Bosna firmó una liguilla impecable, con 7 victorias, alguna de ellas épicas, como las conseguidas en su pabellón frente al Real Madrid por 114-109, tras prórroga o frente al Juventud por 85-84. No perdió partido en terreno propio y araño dos victorias fuera (Juventud y Olympiacos) que le permitieron jugar la final contra un Emerson que se jugó el todo por el todo con el Real Madrid en el último partido, resuelto a favor de los italianos por 82-83, tras prórroga y después de desperdiciar el jugador madridista Prada tres tiros libres que hubieran conducido al equipo blanco a la finalísima. Recuerdo perfectamente aquel jueves negro, por la tarde noche, viendo la televisión, llorando como un bendito al final del partido, sin poder contener la tristeza y la impotencia que me embargaban y que no pude controlar con mis 13 años… Aquella experiencia fue realmente dura y a día de hoy me produce todavía un enorme dolor. Pero esto es otra historia que, quizá, merezca un capítulo aparte.
La gran final estaba servida. El Palais de Sports de Grenoble, con 12.000 espectadores (record en esa época y con mayoría de italianos) recibió a los dos equipos. Bosna, el intrépido debutante, cargado de ilusión empuje y una innegable calidad en sus jugadores, frente a Emerson Varese, el veterano, el clásico y uno de los mejores conjuntos de la época (jugó todas las finales de Copa de Europa entre 1970 y 1979). Mirza Delibasic, Varajic, Radovanovic, Hadzic o Svetislav Pesic frente a los Morse, Yelverton, Meneghin, Ossola, Gergati, Gualco. El desenlace parecía claro. Pero afortunadamente, no ganó el favorito.
Esto es lo maravilloso del deporte. Y el baloncesto no es una excepción. Digo afortunadamente porque hubiera sido completamente injusto que el equipo yugoslavo no hubiera ganado aquella final. Lo mereció sobradamente por toda su trayectoria durante la competición y por supuesto, en el partido decisivo. El Bosna realizó un partido espectacular, memorable, venciendo por 96 a 93, liderado por dos jugadores descomunales, Varajic, que anotó ¡¡¡45!!! puntos (record absoluto a día de hoy en finales de Copa de Europa), con 14/22 en tiros de dos y 17/21 en tiros libres y el propio Delibasic, para mí el mejor jugador de Europa en esa época, que anotó 30, con 14/23 en tiros de dos, más dos tiros libres. Hay que recordar que en ese momento todavía no existía línea de 3 puntos.
El Bosna supo aguantar todas las embestidas del rival y a pesar de llegar igualados al descanso (45-43 para los yugoslavos), demarró con fuerza mediada la segunda parte (recordemos que no había cuartos, sino dos tiempos de 20 minutos) de la mano de un increíble Varajic, logrando una máxima ventaja de 90-77 a falta de 3 minutos. La presión final de los transalpinos, ordenada por su reputado entrenador, Eduardo Rusconi (padre de Stefano, que pasó por la liga ACB en las filas del Baskonia, temporada 1998-99), solo consiguió maquillar el resultado final.
Por parte italiana, los dos americanos, el siempre sobrio y efectivo Bob Morse, con 30 puntos, y el espectacular Charlie Yelverton, con 27, fueron sus máximos anotadores. Como anécdotas de la final, señalar que otro mito del baloncesto europeo, Dino Meneghin, jugó todavía convaleciente de una lesión producida en una mano (en el partido Emerson- Juventud de la liguilla sufrió una contusión contra un tablero) y aun así consiguió anotar 10 puntos para su equipo. Igualmente, Pesic, con posterioridad magnífico y longevo entrenador, puso fin a su trayectoria como jugador levantando aquella Copa de Europa, circunstancia que repetiría tiempo después (2003) como coach del Barcelona y en el imperial Palau Sant Jordi de la Ciudad Condal.
Quiero hacer una mención aparte para el entrenador yugoslavo, Bojan Tanjevic, joven en ese momento (31 años), pero sobradamente preparado (llevaba entrenando al Bosna desde 1971, con apenas 24 años) y con un brillantísimo currículum posterior, que incluyo medallas con 3 selecciones diferentes (plata con Turquía en el Mundial disputado en el país otomano en 2010 y oro y plata con Italia y Yugoslavia en los Campeonatos de Europa de 1999 y 1981, respectivamente), además de haber entrenado en Italia (Caserta, Trieste, Milán y Bolonia), Francia (Limoges y Villeurbanne) y Turquía (Fenerbahçe). Igualmente, contó con sus servicios la selección de Montenegro
Aunque el Bosna volvió a participar en la liguilla final de la máxima competición europea en las temporadas 1980-81 y 1983-84, no pudo repetir la gesta de 1979. La marcha de emblemas como Mirza Delibasic (fichado por el Real Madrid en 1981), de su entrenador Tanjevic y la retirada de Pesic fueron circunstancias que influyeron de forma decisiva en que el equipo yugoslavo no volviera a repetir hazaña europea.
Los tiempos han cambiado mucho desde aquel lejano 1979. Sus dos protagonistas fundamentales, desgraciadamente, ya no están con nosotros. Mirza Delibasic, al que tendríamos que ofrecer un homenaje, por todo lo que aportó al mundo del baloncesto y a la vida, falleció en 2001. Demasiado joven (tenía 47 años), pero abrumado por la enfermedad y ahogado por el sufrimiento de ver, años atrás, como sus conciudadanos se aniquilaban entre sí en una guerra tan absurda como lamentable. El otro gran héroe de aquella final, Varajic, también falleció joven (64 años) en 2019.
El Bosna compite en la actualidad en la liga de Bosnia-Herzegovina y en la Liga Adriática. Por lo menos sobrevive, que no es poco en los tiempos que corren. Poco o casi nada queda de aquel equipo campeón de finales de los 70. El baloncesto ha cambiado mucho en esto 40 años, se ha perdido ese romanticismo y esa familiaridad que existían antaño, incluso con los propios medios de comunicación. En esa época no hacían falta tanta táctica ni tanto poder físico, que es lo que predomina en la actualidad. Simplemente, dejabas que el jugador expresase en la cancha su talento y con mínimas pinceladas por parte del entrenador, solías conseguir tus objetivos. Nosotros, con el relato de aquella proeza inimaginable, ejecutada por un equipo modesto como el Bosna de Sarajevo, y que no olvidaremos nunca, hemos querido rendir un sentido homenaje a aquel equipo y a aquel añorado BA-LON-CES-TO.
NOTA: Puedes revivir este partido histórico en el siguiente link.
(Artículo: Julio Gutiérrez)